El siervo se aleja tras apartar las cortinas y dejar entrar al invitado. La sala es enorme. Cuatro vidrieras de vivos colores hacen que el espacio parezca incluso mayor. Sin previo aviso, las piezas de las vidrieras comienzan a moverse y a formar otra imagen. Hipnotizado, el visitante se acerca a la más cercana.
-“Bienvenido, caballero Bashir al-Malik”
El invitado se sobresalta. La voz de la marquesa es calmada pero enérgica. Está a poco más de tres metros. Aunque el invitado juraría que estaba solo en la sala. Lleva una capa roja sobre un vestido vaporoso verde y negro que le resalta la melena blanca como la nieve. Es más atractiva que guapa, pero sus fríos ojos azules iridiscentes son una señal de peligro. Aparenta unos cincuenta años, pero se dice que está cerca de los cien…
-“Es un honor aceptar su invitación, marquesa Alina”.
Con un gesto de su mano, las vidrieras se vuelven blancas. Bashir nunca había visto tanta tecnología para un uso tan mundano. Si la Iglesia viera esto…
La luz que filtran las ventanas dibuja un sendero en la habitación hasta una mesa donde hay una botella de licor y dos copas con el emblema de la rueda dentada al-Malik.
-“Bashir, ¿cómo va la familia?”- La marquesa sabe perfectamente que Bashir ha sido repudiado.
-“Bien”- Responde tratando de parecer convincente.
-“He estado pensando que podría ayudarte”- La marquesa mira fijamente a Bashir mientras sirve las copas y le entrega una.
Bashir cuenta mentalmente hasta tres para controlarse. Ella nunca ayuda gratis, pero la situación económica del caballero empieza a ser asfixiante… así que asiente.
-“El conde Karim Yosef ha muerto”.- Añade con un suspiro…
Bashir se atraganta. La marquesa parece divertida y le alarga una servilleta.
-“¿El pío?”- Pregunta el caballero.
Karim Yosef se ganó el mote por sus favores hacia la Iglesia, algo muy inusual en un noble al-Malik.
-“Así es. Mañana leen el testamento, aquí en Ostgard.”- responde la marquesa mientras bebe un sorbo. -“El conde dona toda su fortuna a su hijo legítimo… y si no se encuentra ninguno, se lo cede a la Ortodoxia.”
La estúpida cuestión de cómo sabe la marquesa todo esto si todavía no se ha leído la última voluntad del difunto es irrelevante. Bashir evita el ridículo y no pregunta. Bebe.
-“Los feudos del conde son colindantes a los míos. Es sabido por todos que el conde no tiene descendencia. Y no me gustaría tener de vecinos a los de la sotana y el fuego. ¿Podrías resolverme este problema, noble y gentil caballero Bashir?”
Bashir tiene la impresión de que esa pregunta lleva respondida desde que entró en la sala, pero aun así sostiene la mirada a la marquesa y asiente.
En las vidrieras se forma el blasón al-Malik en tonos carmesíes.
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